viernes, 25 de octubre de 2013

Llamada en espera

Llamada en espera

Al principio, sólo miró aquél teléfono intentando contener una carcajada. Hasta ahora había comprendido que estaba muerto, no había que ser un genio. ¡Por favor! Le acababan de clavar una estaca ardiendo en el corazón. ¿Y qué podría pasar en ese plano fantasmal? Que alguien le llamara al móvil. ¡Debía de ser una broma! ¿Es que el único sonido que escucharía el resto de su no-vida sería el politono de su teléfono? Ya daba igual, pese a todo, ¿Qué podía hacer? Ni siquiera lo pensó, simplemente descolgó y, como acto reflejo, contestó. ¿Silencio? Ninguno, casi le sorprendió el que tras abrir aquella bocaza lograra hablar.
—¿Diga?
—Buenas noches, caballero. Soy Elyssa, su agente de defunción. —La dulce voz del teléfono, calmada y serena, era la inconfundible voz de una mujer.  
—Disculpe… ¿¡Qué!? —Evan intentó separarse del teléfono, aunque no pudo ahora no podía colgar, no podía tirarlo… Simple y solamente podía escuchar.
—Tal vez no se haya dado cuenta, señor… Euria, ¿Evan Euria? ¿Es correcto?
—Sí, bueno, creo… Sí… Me llamo Evan. 
—Bien, Evan. Quizás no se haya percatado, pero usted acaba de fallecer de… Asesinato, muerte prematura. ¡Vaya! Lo siento mucho.
—Y… ¿Usted es la parca?
—Soy su agente de defunción. —Corrigió la telefonista. —Estoy al cargo de su oferta de defunción. Parece ser que la última vez que murió eligió una tarifa estándar…
—¡¿La última vez que morí?! —Ni siquiera los poderes sobrenaturales del plano astral en el que se encontraba Evan lograron contener el pequeño meneo con el teléfono al escuchar aquella locura.
—Así es, en el más allá hay un límite de plazas, y es entonces cuando se estipulan contratos de vida en la tierra. Es normal que lo olvide, la amnesia post mortem es uno de los términos inamovibles del contrato. Le mandaré un sms con los mismos.
—No, espera… Espere… ¡No! No quiero un sms… ¡Quiero que me explique…!
—¿Qué desea que le explique? ¿Le interesaría contratar una tarifa para su próxima vida de cien años? Puede pagarla a cómodos plazos en su no-vida con…
—No, no. ¡Quiero que me explique por qué me está llamando por teléfono! Es decir ¿Y la luz al fondo del túnel? ¿Y Dios y los ángeles tocando la vuvuzelas o lo que sea?
—Ehh… Permítame un momento. —Entonces, empezó, un alivio al fin y al cabo, Evan sentía que su mano volvía a ser libre, aunque todo tenía un precio. Empezó aquella musiquita, la típica y estresante musiquilla de espera que comenzaba a desconcertar a Evan más todavía. ¿En serio? ¿Telefonistas y musiquita de espera? ¿Eso era la muerte? Evan se sentó en aquella “cama”, aquel atrezo más bien. Estaba en un escenario, una copia de aquella casa donde se le escapó la vida. ¿Y qué o quién estaba ahí para consolarle? Esa maldita melodía. ¿Es que no se iba a acabar nunca? Evan empezaba a agobiarse, sus silenciosos y ligeros pies golpeaban el suelo sin producir la más mínima vibración, y sus cansados ojos se habían desvelado en un profundo y despierto aburrimiento.
—¿¡Y bien!? —Exclamó con el teléfono en la oreja. —¿Hay alguien?
—Disculpe la espera. —Comentó la telefonista al fin. —Veamos, usted no tiene contratada ninguna tarifa de ese estilo, señor. La luz después del túnel es sólo un falso recuerdo inducido a las personas que tenían contratados unos días extras post mortem. Usted, en cambio, parece que debería haber vivido seis años más.
—Pero yo… Espere… ¿¡Seis!? 
—Ahá, de un infarto, al parecer llevaba una dieta poco alentadora. Una mala manera de malgastar sus ochenta años de vida.
—Está bien, mire… Entiendo que estoy muerto. ¿Vale? ¿Existe alguna tarifa o lo que sea para decirle mis últimas palabras a alguien? 
—No. Esto es una empresa seria, señor.
—No me diga… ¿Y me puedo dar de baja? 
—Un segundo, le paso con el departamento de bajas.
—¡No! ¡Espere! ¡Era brom-…! Otra vez… —Murmuró al escuchar la musiquita, y de nuevo se sentó a esperar, esta vez durante horas, a que terminara aquella insufrible cancioncita interminable.


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Debo confesar que esto no es mío, sino de una amiga (Me da coraje, pero no me deja decir quién es. Así que digamos que la autoría es de Etamot). Es, cómo no, un trabajo de clase del cual me ha pedido opinión, pero me ha parecido tan bueno que no he podido resistirme a ponerlo por aquí. Así que hala, a leerlo otra vez.

martes, 13 de agosto de 2013

The Brawlers-Capítulo 2

Capítulo 2-Game and Watch

Slippy suspiró, al tiempo que viraba el Great Fox. Su capitán no contestaba, y eso, además de ser raro, no dejaba de producirle una extraña sensación. Últimamente estaban ocurriendo cosas muy raras, como si todo el mundo de repente se hubiera vuelto loco. Subidas de impuestos, ataques, ocupaciones "pacíficas", muchos más piratas galácticos...más basura, en general.

Conectó una vez más el intercomunicador, y una vez más no obtuvo respuesta. Tras pensarlo un par de minutos, volvió a manipular el pequeño artefacto, que esta vez emitió un mecánico pitido.

-¿Falco? ¿Me recibes?
-Sí, Slippy. ¿Qué quieres ahora? Escucha, si es por lo de tu Landmaster...
-No es eso...por ahora. Escucha, tengo miedo por Fox. No me contesta, y ya sabes que últimamente...
-Siii, que hay más malos que de costumbre. Y, como tienes miedo, quieres que vaya con el Arwing, que va más rápido que ese trasto, a buscarle. ¿No?
-¿Sí? ¿Cómo lo has sabido?
-No lo sabía, simplemente esperaba que fuera eso. Verás, tu sabes que me gusta ir por libre, y...¡huy! ¡Te tengo que dejar!
-¡Falco! ¡¡¡FALCO!!!

Pero no obtuvo respuesta, más allá de un fuerte ruido, que le sonaba extrañamente familiar. Echándose las manos a la cabeza por su mal presentimiento, activó-por enésima vez en el día-el intercomunicador.

-¿Peppy? ¿Está el Arwing de Falco en el hangar?



Fox abrió de nuevo los ojos, con un grito acompañado de un borboteo de sangre. Rodó sobre sí mismo, en un vano intento de escapar de su agresor, pero el golpe le alcanzó de todas formas, estampándolo contra el suelo. Boca abajo, y con un agudo dolor procedente del pecho (que probablemente indicaría una rotura de costillas), notó como una mano férrea le agarraba la nuca, elevándolo en el aire, para después devolverlo al suelo, con una violencia que no había visto nunca.
 Se quejó, haciéndose un ovillo, esperando un nuevo golpe. Su rival ocupaba todo su campo de visión, estaba hecho polvo, empezaba a alucinar...era imposible que un Arwing estuviera allí...imposible...

-¡FOOOOX!-Gritó Falco, en la cabina de la pequeña nave. Lanzó una ráfaga del láser, que hizo saltar por los aires un pequeño trozo de suelo-ahora cráter- con un estruendo. Atravesó, a ras de suelo, la nube de polvo, mientras pulsaba el botón "eject". Saliendo despedido, lanzó una ráfaga de bláster al suelo, cerca del ser cercano a Fox, mientras comprobaba, no sin cierta angustia, que su Arwing no había salido tan bien parado como él mismo.

Su rival soltó al capitán, que volvió a chocarse contra el suelo en un charco de su propia sangre, y se encaró al recién llegado, avanzando hacia él lenta pero funestamente. Sin dejar de avanzar, dió un paso a la derecha, evitando así una ráfaga de bláster, con tal maestría y parsimonia que hubiera acobardado a un maestro de artes marciales.

Falco retrocedió, sin dejar de disparar a su rival; obteniendo nulos resultados. No le estaba dejando un respiro, y aun así, no acertaba ni un disparo, cuando lo extraño era que fallara. ¿Qué sería aquel ser, completamente negro, humanoide, que se acercaba a él sin dejar de evitar sus ataques?

Un fuerte golpe en el pecho le sacó de sus pensamientos, y un segundo impacto en la sien lo lanzó al suelo, inmóvil. Falco, asombrado, miró a su atacante, que avanzaba hacia él con la misma parsimonia de siempre. ¿Qué acababa de pasar? Probablemente aquello sería suicidio, pero cogió su Blaster, preparado para disparar en el último instante. Si conseguía desconcentrarlo, quizás podría rodar, escaparse, recuperar a Fox y huir hasta que llegara la Great Fox.

El negro ser se acercaba. Diez pasos. Cinco. Tres. Ninguno. Falco rodó de nuevo, tras una dura patada en las costillas. No podía perder su ventaja por no aguantar un par de golpes. Tenía que pillarlo con la guardia baja. Nuevo impacto, esta vez en el estómago. Falco se quejó. Tercer golpe, que lo aplastó contra el suelo. De la fuerza del impacto, Falco casi pierde su arma, pero en el último instante la aferra débilmente. Y, por fin, su rival lo alza en el aire, con una sola mano, dándole el momento que necesitaba. Sin vacilar, Falco disparó cuatro veces al pecho de su enemigo, quien aflojó la presa, instante en el que el piloto le asesta un fuerte puñetazo a la negra cabeza, soltándose así. Dolorido, Falco retrocedió, sin dejar de disparar cortas ráfagas. Él estaba herido, pero había conseguido alcanzar a su rival, que ahora no esquivaba con tanta maestría sus disparos, siendo alcanzado varias veces. No aminoró su marcha ni se quejó, pero Falco lo consideró una pequeña victoria. No podía desaprovecharla.

De nuevo, retrocediendo, los disparos volaban en dirección a su objetivo, que simplemente los encajaba. Algo extraño pasaba, ¿por qué ahora no trataría de evitarlos? Debería estar sufriendo daños, pero el láser no dejaba heridas visibles sobre su oscuro cuerpo. Y, justo cuando un disparo le alcanzó en el brazo derecho, el pequeño ser quedó inmóvil, respirando suavemente. Falco pausó su constante ataque, mientras contemplaba con horror la metamorfosis de su rival. Su cuerpo crecía, su cabeza se hinchaba y sus extremidades se alargaban, al tiempo que otras cuatro pequeñas protuberancias, que aumentaban de tamaño hasta formar cuatro largos tentáculos, a juego con los cuatro en los que se habían convertido sus brazos y piernas. Falco tragó saliva. Tenía ante él a un enorme y negro pulpo, flotando a tres metros del suelo, cuyos tentáculos eran más gruesos que él mismo. Apuntó al grandioso ser, pero él fue más rápido. Un latigazo con una extremidad, y el piloto saltó por los aires, deteniendo su vuelo con un montículo de tierra. Tras el impacto, su vista borrosa no mostró mas que al enorme enemigo acercándose a él, aferrándolo con un tentáculo y apretando, poco a poco, cada vez con más fuerza...

Un enorme estruendo superó los gritos de dolor de Falco, estruendo provocado por la destrucción de su reflector al caer al suelo, junto con su bláster e intercomunicador. Estaba desarmado ante su formidable enemigo. Había perdido. Abandonándose a la muerte, empezó a pensar en tiempos mejores, la Great Fox surcando los cielos de Corneria...

Una explosión alcanzó el cuerpo del octópodo, que soltó a Falco, quien se estrelló contra el suelo en su inconsciencia. Una pequeña nave, negra y roja, había surgido de la nada y lanzado una bomba al negro ser, revirtiendo así su transformación. El enemigo cayó al suelo, desconcertado, y se levantó, solo para contemplar como unas garras le atravesaban el pecho. Las garras de Wolf, quien contempló como su compañero se volvía a alzar en el aire. Tras abandonar al negro ser malherido en el suelo, Wolf rió, funestamente.

-Vaya, vaya, Fox y Falco. Anda que tenéis una suerte...
-¿W-Wolf?-Preguntó Fox, quien acababa de despertar.
-El mismo. Aunque también podrías llamarme Muerte.

lunes, 22 de julio de 2013

Noche de insomnio-I

"Las calles desbordadas de soledad//musitan su canción, de asfalto y humedad..." La música sonaba mientras yo, iluso de mí, trataba de escribir algo decente, intentando ganarle tiempo a la noche, ya que la posibilidad de dormir me había sido retirada por un ente, llamémoslo Equis, que se empeñaba en putearme.

Suspiré, parando mi labor durante un momento, mientras un gallo "cantaba" en la lejanía. Ese mismo gallo que me había despertado tantas y tantas veces, cuándo me había tocado dormir en una cama que no era la mía, principalmente en noches en las que Equis había decidido agitar a los perros, que golpeaban la puerta al lado de la cual mi ventana está estratégicamente colocada. Ese gallo, que a partir de las tres de la mañana empieza a cantar, y no para hasta las siete, me ha quitado más horas de sueño que los estudios.

Enervado por todo esto, quito la música, lo que no me lleva más que un par de clicks. El aire frío entra por la ventana, abrazándome, contrarrestando ese horrible, horrible calor húmedo de las noches de verano, que es imposible quitarse de encima. 

No, lo siento, no soy capaz de escribir esta noche. Espero que esta pequeña entrada sirva para reactivar el blog, que ha estado parado ocho meses, y para pedir perdón a las personas -probablemente imaginarias- que seguían este blog. ¡De verdad, si quieren leer cosas malas, que cojan una colección de best-sellers! Y sí, me gusta escribir, pero también me gusta tener inspiración, gracias. Aunque esto no sirva de escusa (y pido perdón por ello), esta entrada ha servido para desahogarme, de quitarme de encima la frustración provocada por las malas artes de Equis. Y también para recordarme a mí mismo que tengo un blog, que habrá que escribir, digo yo. 

Nah, las seis de la mañana, demasiado tarde para redactar nada coherente, me voy a dormir.


martes, 13 de noviembre de 2012

El Orbe -Capítulo 2

Capítulo 2 -El Consejo

Wilhorn recorrió rápidamente las calles del pueblo, con su capucha calada sobre los ojos. La lluvia caía sobre él, empapándole, pero éste era el menor de sus problemas. Si los ancianos le habían convocado, cualquier cosa podría ocurrir.

Sumido en sus pensamientos, el joven explorador giró una esquina, sobresaltando a un pardo gato, que le bufó antes de volver a su cómoda ventana. Wilhorn se detuvo un momento, tomó aire y continuó.

Tras un par de minutos, llegó: la Casa del Espíritu. Los ancianos residían allí, aunque a nadie le estaba permitido traspasar ciertas puertas, excepto en casos excepcionales, y se les obligaba a jurar que nunca contarían lo que habían visto al otro lado. El último (y único, para la memoria del joven) caso fue el de Jirl. Acababa de abatir a una gran araña de las Grutas, y la arrastró hasta la superficie para probar su valía. Los ancianos quedaron impresionados, y le permitieron atravesar la Puerta del Valor, con el juramento de que jamás mencionaría lo que había visto allí dentro. Y cumplió su promesa durante dos semanas, hasta que en un exceso de euforia en la taberna (Provocado por la cerveza fuerte de Berholl), dijo un par de frases, antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo. La cólera de los ancianos fue terrible, hasta tal punto que el joven fue exiliado, y los pocos que oyeron las palabras tuvieron que beber un suero que bloqueaba el recuerdo a corto plazo. Aun así, desde aquel incidente, los ancianos se volvieron mucho más restrictivos a la hora de franquearle la entrada a nadie.

Wilhorn entró, y se dirigió directamente al Círculo. En realidad, no era más que una sala semiesférica, en cuya pared plana se situaba, de pie, el convocado, que era observado por los nueve ancianos, que se colocaban de forma simétrica en forma de semicírculo. En general, cuando alguien era convocado, lo único que se atrevía a revelar era la cantidad de ancianos que habían asistido, según la gravedad del asunto. Por regla general, solían ser tres o cuatro, incluso seis, en casos especialmente graves. Por esto, Wilhorn se había quedado paralizado nada mas entrar en la sala. Él mismo había sido convocado un par de veces al círculo, pero nunca habían acudido más de tres ancianos.

Nueve figuras, sentadas en semicírculo, le atravesaban con la mirada, juzgándolo, evaluándolo. Las palabras murieron en la boca del joven, antes incluso de que las pronunciara.

-Wilhorn Cypher.

Su nombre y su apellido resonaron profundamente en él, con la voz de barítono del Presidente del Consejo. El joven quedó aturdido durante un par de segundos, hasta que recordó el protocolo. Era algo que se enseñaba a todos los niños, y no se consideraba que una persona tenía uso de razón hasta que era capaz de recordarlo, y repetirlo, Aun así, la enorme presencia de los ancianos hizo dudar al siempre seguro de sí mismo Wilhorn, quien se logró controlar, y respondió con un hilo de voz.

-Wilhorn Cypher, explorador de Cuna, se presenta ante el Consejo, con previa citación del mismo.

Las palabras le resultaron extrañas: era algo demasiado formal para él, que estaba acostumbrado a un registro coloquial. Sin embargo, las personas frente a las que se encontraba eran demasiado importantes: no podía atreverse a ofenderles, ni mucho menos saltarse el protocolo.

-Wilhorn Cypher, ¿prometes no contar a nadie los sucesos que van a acontecer dentro de esta sala?
-Lo prometo, por el viento entre las ramas.

El anciano asintió.

-Wilhorn Cypher. ¿Qué sabes acerca de las Grutas?

La pregunta pilló al joven por sorpresa. Los ancianos, por regla general, nunca divagaban. Eran directos, y duros, y parte de su eficacia residía en esto, precisamente. Aun así, no se podía permitir el lujo de preguntar, no esta vez.

-Las Grutas están a un par de kilómetros al este de aquí. Son unas enormes cuevas, repletas de seres del inframundo, que se adentran en las profundidades de la tierra. Están divididas por niveles, cuanto más bajemos, más variará lo que veamos al mundo que conocemos. Aun así, las Grutas están repletas de tesoros y armas, que podemos recuperar. Aun así, los tesoros del primer nivel no son gran cosa, pero casi nadie se atreve a ir mas allá.-Contestó Wilhorn, de un tirón. Él mismo, como explorador, había bajado en varias ocasiones, pero no es algo acerca de lo que estuviera dispuesto a reflexionar. Aunque solo había sido en momentos extremos, cuando era su única opción, todavía soñaba acerca de ellas.

-¿Conoces la leyenda?
-Se dice que en el último nivel hay un tesoro de gran valía...o eso quieren hacernos creer.

Los ancianos se pusieron en pie a la vez, con una exactitud pasmosa, intimidando a Wilhorn. El que estaba más a la izquierda, Mirke, continuó con voz funesta.

-En el último nivel hay una esfera de cristal negro, que contiene la energía necesaria para detener el invierno, aplacar una plaga o hacer crecer los cultivos. Muchos han muerto intentando conseguir esta esfera, y otros muchos han matado con el único fin de conseguirla. Ahora mismo, mientras hablamos, el mal extiende su negra capa sobre nosotros, y solo con el Orbe tenemos alguna posibilidad de sobrevivir.

Wilhorn dio un par de pasos atrás, atemorizado. No le importaba ofender al Consejo, no le importaba ser exiliado o incluso ejecutado. Lo único que le importaba en ese momento era no escuchar las palabras que pronunciaba el Presidente del Consejo.

-Wilhorn Cypher. Debes recuperar el Orbe.

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Bueno, os dejo aquí el segundo capítulo, donde ya se perfila la historia. Es algo más largo que el primero, más centrado en el protagonista, y donde se pinta algo mejor el mundo. Aun así, todavía queda bastante de esta historia.

He tomado el apellido Cypher de "El Libro de las Sombras Contadas", pero después de leerlo tras escribir el primer capítulo, me resulta imposible no relacionar a Wilhorn con el protagonista, Richard, aunque sean tan distintos.

Agur!


viernes, 2 de noviembre de 2012

The Brawlers -Capítulo 1.


Capitulo 1: Fox

El último soldado cayó pesadamente al suelo, con una herida de bláster en el pecho. Fox sonrió funestamente, al tiempo que echaba un vistazo alrededor. Aquel grupo de “agentes para el cumplimiento de las leyes” habría intentado cobrar los impuestos de las granjas de la zona, y al no poder llevarse el suficiente dinero, habrían arrasado todas y cada una de ellas. O eso habría pasado si él no se hubiera interpuesto en su camino.
Las cosas eran así desde que, silenciosamente, una serie de seres se habían hecho con el control de todos los mundos de la zona, algunos por democracia, otros por coacción, otros desde las sombras, otros por simple violencia. El equipo Star Fox había intentado derrocar a los más tiranos, pero al ver que era prácticamente imposible, decidieron proteger a la población del acoso de los grupos de poder.

Fox miró los cuerpos inertes de sus enemigos. La mayoría iban desarmados, mientras que otros llevaban armas de mano. No parecían, ni mucho menos, soldados, con la posible excepción del capitán, aquel hombre de piel azul con un lanzagranadas. Algunos tenían heridas de láser en el pecho, otros habían muerto bajo fuego amigo, y un puñado de ellos, entre los cuales se incluía el capitán, habían sido reducidos a una pulpa viscosa. Fox sintió nauseas al recordar el momento en el que un soldado se había puesto en el camino del arma de su capitán, justo antes de que éste disparara. Debería estarle agradecido, ya que si no llega a ser por su sacrificio involuntario, probablemente él estaría muerto. Aun así, el olor a carne achicharrada y pelo quemado lo perseguía, y supo que aquella imagen le acompañaría durante el resto de sus días, en forma de malos sueños y recuerdos inoportunos.

No era su estilo. Ellos siempre se habían defendido en el aire, en su nave espacial, contra enemigos tan formidables como ellos. No en tierra, con las botas manchadas de sangre y barro, contra personas normales, ciudadanos de a pie que se habían visto obligados a alistarse en el ejército al quedarse sin posibilidades en otros campos. Pero aun así, no podían permitirse el lujo de dejarles llegar a sus objetivos, porque el daño que ocasionarían sería tal que era preferible dejarles morir.

Fox sacudió la cabeza, rechazando estos pensamientos, a la par que sacaba su intercomunicador. Debería ir a las granjas a advertirles para futuras incursiones del ejército, pero no se encontraba en el estado mental adecuado como para enfrentarse a una serie de escépticos granjeros. Aquel planeta no estaba, ni de lejos, tan desarrollado como otros, y eso se notaba en su  población.

-¿Me recibís? Aquí Fox.
-Si, si, te oigo. ¿Por qué has tardado tanto? –Le reprochó Falco. Era buen amigo y mejor compañero, pero en aquel momento, todas sus palabras le irritaban hasta puntos inimaginables. Aun así, Fox tomó aire y continuó
-He tenido que buscarlos, como iban a pie, se movían muy rápidamente y…
-Vale, vale, lo entiendo. –Interrumpió su interlocutor.- Nosotros hemos ido a buscar posibles aliados, pero por el momento nada.
-¿Venís a buscarme, o me quedo aquí a dormir?
-No es seguro, y tú deberías saberlo, imbécil. –Aunque el tono era cariñoso, era más de lo que Fox podía soportar. –Estaremos allí dentro de una hora.

Un  “bip” en el intercomunicador indicó que la comunicación había llegado a su fin. Fox lanzó el aparato al suelo, y le gritó a su compañero, aun sabiendo que no podría oírlo. Tras esto, respiró hondo, recuperó el artefacto, y tras deliberar un par de segundos, se encaminó a la granja más cercana. Si el granjero le creía, podría hacer que la noticia corriera como la pólvora, y su trabajo sería mucho más sencillo. Así que se puso en pié, y echó a andar.

Tras un par de minutos de marcha, notó cómo el vello de su nuca se erizaba. Se giró rápidamente, buscando su bláster con la mano derecha, al tiempo que, con la izquierda, improvisaba una guardia. Solía hacer esto, en cualquier lugar que se encontrara, si notaba una presencia a su espalda. Había sido atacado las suficientes veces para que le dieran igual las miradas reprobatorias de todo aquel que se encontrara a su alrededor.

Ésta vez, su intuición no le falló. Vio una silueta andando hacia él, y el miedo se apoderó de todo su ser.

No era un amigo. Era un ser, hecho de vacío puro, que ya se había encontrado dos veces antes. En esas ocasiones, él estaba descansado, y de buen humor, y aún así había tenido que escapar a toda velocidad tras un breve intercambio de golpes, gracias a sus compañeros, que tan lejos estaban ahora. Fox tomó un aire confiado, intentando que no se notase su miedo. Lo que menos le convenía era que su rival le atacara con todo lo que tenía.

-¿Qué haces tú aquí? –Preguntó. Estaba listo para la lucha, aunque no estaba seguro de poder ganar.

No oyó ninguna respuesta. Simplemente, su enemigo avanzaba hacia él, sin variar de expresión.

Fox gritó, y corrió hacia él. Lanzó un disparo, que su rival esquivó sin mayor problema, lanzó un puñetazo, esquivó un golpe bajo, saltó sobre su enemigo, recibió un golpe en la cabeza, cayó al suelo, y vio, impotente, como todo su mundo se desvanecía.


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Ésta es una historia muy importante para mí. Fue lo primero que escribí para otras personas, en aquel lejano foro de Otaku Kakumei, en mis tiempos de viciada máxima al Brawl. Evidentemente, he cambiado el transfondo (ahora es todo más oscuro, aunque lo vais a notar mejor en otros capítulos) y la forma de escribir. Aun así, no deja de tener ese "aire" que me gustaba de la historia desde un primer momento.

Agur!

martes, 23 de octubre de 2012

Kirtch y Uma - Fábula/mito autoconclusivo.

 Cuando el mundo fue creado, la tierra estaba casi completamente cubierta de vegetación, mientras que los océanos estaban en calma. La vida en el planeta era idílica, ya que, al no existir el día ni la noche, la temperatura era perfecta.
Todos los animales se paseaban constantemente, y al ser la temperatura siempre perfecta, no existían las estaciones, y los frutos se renovaban continuamente. Por tanto, el hambre era un concepto desconocido, ya que cada cual comía lo que quería cuando quería.
Por aquel entonces, cada animal tenía una porción de magia dentro de sí mismo, y la reponía al dormir. Y esa magia era la misma que sustentaba la perfecc

Eran buenos tiempos.

Un día, un zorro saltó sobre una lechuza, con intención de comérsela, pero ella consiguió esquivarle, y montó en cólera. Pues no era sino Uma, la gran lechuza blanca, reina de la sabiduría. Ante esta afrenta, Uma se alzó en los cielos y exclamó.

-¿Quién eres tú, que osas atacarme?

- No deberías hablarme de esta forma, ya que soy Kirtch, el zorro, y represento la fuerza. Si fueras mínimamente sabia, habrías escapado, en lugar de enfrentarte a mí.

Esto hizo enfurecer aún más a la lechuza, al entender el insulto oculto en las palabras de Kirtch. Resplandeció con luz propia, y volvió a exclamar.

-Esas palabras representan tu ser, y al pronunciarlas, has atado tu yugo.

El zorro rió, creyendo que las amenazas de Uma no podrían afectarle, ya que, ante todo, él era el espíritu que representaba la fuerza. Pero, cuando la lechuza se acercó a él, prendió en llamas al instante.

Kirtch huyó, y Uma le persiguió. Al estar envuelto en llamas, iba quemando todo lo que hallaba a su paso, dejando un rastro de cenizas y arena. Uma le perseguía por aire, y para ocultarse, transformaba a su paso la luz en una fina neblina, que hoy conocemos como nubes. Kirtch, al ver que no era lo suficientemente rápido, tomó la magia de todos los seres de la Tierra, y la utilizó para volar, lo que le permitió huir de Uma. Pero esto tuvo su inconveniente: le robó la magia al mundo. No consiguió, sin embargo, robar toda la energía, pero sí la suficiente para privar a los vivos de su inmortalidad: cuando se quedan sin magia, mueren.

Pasaron los años, y se perdieron los nombres de Kirtch y Uma, pero estos siguieron persiguiéndose. Ahora los conocemos como Sol y Luna. Cuando vemos a Uma, los seres que temen a Kirtch (pues temen el fuego)  duermen, para estar preparados para su llegada. Y lo mismo ocurre al contrario, pues Uma es una cazadora legendaria, y muchos son los que la temen.

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jueves, 18 de octubre de 2012

El Orbe-Capítulo 1.

CAPÍTULO 1- WILHORN

Las campanas sonaban, con un llanto fúnebre de metal y óxido, en medio de la noche lluviosa. Una carreta avanzaba penosamente por las calles del pueblo, que estaban cubiertas de fango. Algunos curiosos estaban ya en las calles, preguntándose quién sería. Los llantos se perdían entre las notas de las campanas, que anunciaban un funeral inminente.

Wilhorn miraba por la ventana, con gesto inexpresivo. No sabía qué pensar. Si bien era obvio cuál era la causa de la muerte, los ancianos se lo acabarían recordando tarde o temprano. Las gotas de lluvia se agolpaban en el cristal, deformando el mundo de detrás de la ventana.

El sonido de la puerta al abrirse le trajo de vuelta al mundo.

-¿Quién es esta vez?-Preguntó, sin volverse.
-Gralamin. -Le contestó la voz de su hermana, enronquecida por el llanto. -Parece ser que los ancianos le habían pedido un equipamiento completo, pero la herrería estaba vacía. Como tampoco le quedaba material, bajó, y entonces...-El llanto ocupó el espacio que le correspondía a las palabras, rompiendo la suave voz de Victella. Wilhorn se levantó del tocón de madera pulido en el que estaba sentado, y se volvió. Las lágrimas corrían por las enrojecidas mejillas de su hermana.
-¿El viejo Gralamin bajó? ¿Por qué no llamó a un explorador? -Quiso saber el joven. Su hermana musitó un "no sé", y volvió a romper a llorar. Wilhorn abrazó a Victella, quien enterró su cabeza en el pecho de su hermano, sin parar de llorar. Un trueno resonó en la lejanía.

La muerte no les era desconocida a los habitantes del pueblo. La gente moría constantemente, en un flujo lento pero constante, de enfermedades, de heridas que se complicaban o de accidentes en el campo. Pero había unos pocos que tenían una muerte extraña, en las grutas. Bajaban, buscando algo en concreto, o simplemente, por labrarse un nombre. Los más afortunados volvían, con historias que nunca contarían, y tardaban unos días en recuperarse de las heridas o del impacto provocado por lo que hubieran visto abajo. Otros regresaban gravemente heridos, con miembros de menos, o heridas mortales. Pero otros no volvían, o  al menos, no vivos.

-Debería presentar mis respetos-Dijo Wilhorn, separándose de su hermana, quien asintió trémulamente y se separó de su hermano, aún con lágrimas brotando de sus encarnados ojos. El joven tomó su capa, se caló la capucha y salió a las calles. La lluvia caía fuertemente, y le empapó en los pocos minutos que tardó en llegar a la posada. Abrió la puerta, y vió al posadero y a unos pocos parroquianos, sentados alrededor de una mesa, al lado del fuego. El resto de la habitación estaba vacío. Algunos se volvieron, levantaron una jarra en su dirección a modo de saludo, y volvieron a encarar la mesa, sumidos en una conversación en voz baja. Wilhorn tomó una silla, y se sentó junto a ellos.

-Era un buen herrero, y mejor hombre.- Dijo, por todo saludo.
-Y valiente.- Añadió un parroquiano, alzando su jarra
-Y honorable.-Sumó otro, levantando la suya.
-Y bueno.
-Y leal.
-Y amigo de sus amigos.
-Y uno de los mejores clientes que he tenido jamás.-Cerró Berholl, el tabernero, concluyendo el brindis colectivo y bebiendo.- ¿Puedo servirte algo, chico?
-Cerveza, gracias.-Aunque Wilhorn había cumplido los dieciséis inviernos y era, a ojos de todos, un hombre completo, le seguían llamando chico. A él no le molestaba, y a los demás, les resultaba sencillo. ¿Por qué cambiarlo?
El tabernero se levantó, entró en la cocina y volvió con una jarra de madera a rebosar de espumosa cerveza. La plantó delante del joven, y le frenó cuando éste fue a echar mano de la bolsa del dinero.

-No, no pienso cobrarte por esto. Hoy, no. Nos viene bien beber a todos.
-Muchas gracias, Berholl. Eres buen hombre.
-No hay de qué, Wil.

Wilhorn tomó un largo sorbo de cerveza, y volvió a dejar la jarra en la mesa. Levantó la mirada, y vio como todos le miraban, esperando a que hiciera alguna pregunta. Wilhorn hacía muchas preguntas, pero no preguntas tontas, como las que haría un niño pequeño. Eran preguntas incómodas, que metían en compromiso a la gente. Daba la impresión de que el joven sabía muy bien lo que necesitaba saber, y la pregunta idónea para conseguir su información. No pudo hacer más que sonreir, y confirmar las sospechas de los parroquianos.

-¿Quién ha traído el cadáver de vuelta?

Obtuvo el silencio como única respuesta, mientras sus compañeros de mesa miraban hacia abajo, con aire pesumbroso. Wilhorn asintió, sombrío. A veces, cuando alguien moría en las grutas, no había nadie para llevar el cadáver de vuelta, y se consideraba muerto si no daba señales de vida en dos días. Entonces, una batida de exploradores bajaba, peinaba las grutas en busca de su cadáver y lo llevaban de vuelta a la superficie, donde se le enterraba, y se plantaba un árbol en su tumba, para que continuara la vida que le fue truncada al difunto.

-Por cierto, Wil...-Interrumpió Tharthena, la esposa del molinero, que también se hallaba en la mesa-...te buscaban los ancianos. Parece ser que es importante, así que no los hagas esperar mucho, ¿quieres?

Wilhorn apuró su jarra, la dejó en la mesa con un sonoro golpe, y se encaminó a la puerta de la posada.

-Parece ser que estás en un buen lío, chico.

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Bueno, y hasta aquí el primer capítulo. No tiene mucha carga argumental, simplemente quería introducir al personaje, y plantar las bases de la historia. Tenía pensado publicar el primer y el segundo capítulo juntos, pero este me ha salido más largo de lo que pensaba, así que prefiero dejarlo como está.

Espero que os haya gustado. Así que, dejadme abajo, en los comentarios, lo que os haya parecido, y vuestras deducciones.

Agur!